Lo que hoy es selva alguna vez fue el hogar de una de las civilizaciones más sorprendentes del mundo. Cada pequeño rincón del jardín tropical que cubre la península de Yucatán fue habitado por alguno de los antiguos clanes mayas, descendientes de grandes linajes que conocían a la perfección los beneficios que cada uno de los ecosistemas ofrecía para su vida cotidiana.
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Gracias a los profundos conocimientos que poseían los mayas sabían perfectamente que además de impulsar la altura de los árboles, el suelo del hábitat que se genera en torno a los cenotes contiene abundantes nutrientes que permiten el cultivo de una gran biodiversidad de especies aprovechables, como es el caso del cacao.
Al ofrecer tierra fértil y un clima agradable en un mismo lugar, estos accesos de agua cristalina se volvieron el núcleo de grandes y prósperos asentamientos, conocimientos que fueron compartidos a través de todo el mundo maya gracias a los sac bes, caminos blancos que, al igual que los cenotes y templos, han sido reclamados por la selva como parte de su naturaleza.
La Ruta de los Cenotes, desde aquel entonces, ha sido una región muy respetada por los mayas, una entrada al inframundo, sede de emotivos rituales y receptáculo de ofrendas, sin duda un lugar de profunda meditación y maravillosos paisajes. Hoy, gracias al buen manejo ambiental y al desarrollo sostenible, la zona se ha convertido en unos de los circuitos turísticos con mayor proyección en México y Latinoamérica. Un territorio colmado de cenotes que inundan de vida y color la superficie, garantizando las condiciones ideales para que el ser humano y la naturaleza coexistan en mutuo beneficio.
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Ciudad Cenote, una privilegiada ubicación para vivir y disfrutar los tesoros naturales del Caribe Mexicano desde el corazón de la Riviera Maya.